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Yo no quiero ser extraordinaria

¿Qué significa la palabra extraordinario? Según la RAE, algo “fuera del orden o regla natural o común/Añadido a lo ordinario” ¿Y ordinario?, “común, regular y que sucede habitualmente/Bajo, basto, vulgar y de poca estimación”.



Desde pequeños nos han enseñado a sobresalir, a dar la milla extra, ya sea para superar a los demás o a nosotros mismos. Si hacemos las cosas bien/mejor que el resto, tendremos una recompensa, en ese entonces, una estrella dorada o una nota superior. Una vez instalada esa mentalidad, nos fuimos acostumbrando a que si éramos sobresalientes obtendríamos un beneficio y que, por bien que hiciéramos nuestro trabajo o por bueno que fuera nuestro comportamiento, nunca sería suficiente.


“Si tienes el mejor promedio, posiblemente tendrás un diploma que reconozca tu esfuerzo y eso puede ser un bonus para tu hoja de vida y tu carrera profesional”

Así son las ideas que a menudo aparecen frente a nosotros y, usualmente, éstas vienen acompañadas de ejemplos o “modelos a seguir” que deben inspirarnos a trabajar más fuerte y dar lo mejor de nosotros. “Mira lo que hizo tal persona a sus 22 años, ustedes son el futuro, tienen que pensar en proyectos innovadores para mejorar nuestro entorno, etc.” (muchas frases que a veces lo único que hacen es condicionar y presionar innecesariamente). Pero ninguna persona te dice que esa vida “extraordinaria” viene acompañada de sacrificios, de eso te das cuenta a lo largo de la trayectoria. Ojo, nadie dice que eso esté mal. El problema está en que nadie te enseña que el otro camino es igual de válido y no por ser diferente implica que sea malo.


Hemos crecido con la idea de que cualquier cosa que se salga de la ruta de lo extraordinario es mediocre o está relacionado con el fracaso. He ahí el problema. Yo también he caído en ese mismo pensamiento múltiples veces, de hecho, toda mi carrera madrugué y trasnoché con el único objetivo de no ser menos que excelente. Luchar para estar por encima del promedio para que de pronto me dieran un reconocimiento que representara una ventaja más adelante. (De ahí la frase que les presenté anteriormente). Hoy en día pienso en todos los momentos que desperdicié de mi vida universitaria y que nunca voy a recuperar. Todas esas oportunidades de actividades extracurriculares que nunca llegué a realizar y los momentos para estar y conocer más amigos que no aproveché por estar comprometida con la excelencia. Me pregunto, ¿habrá valido la pena?


Estoy segura que muchas personas buscan ser extraordinarias y quieren una vida acorde a ese objetivo. Bajo ningún concepto considero que eso esté mal. Cada uno tiene metas y aspiraciones diferentes y está dispuesto a sacrificar lo que sea por alcanzarlas. Eso está bien.


Pero ¿qué pasa con quienes no quieren una vida así?


Hace unos días, en medio de este periodo de cambios y toma de decisiones, busqué consejos en múltiples personas, como hacemos todos o varios de nosotros. Una en especial me dijo algo que causó un gran impacto en mí e inspiró esta reflexión:


“Posiblemente no luchaste lo suficiente por lo que querías. Si quieres conseguir algo o llegar a donde quieres tienes que dar la milla extra, investigar, trabajar y hacer lo que nadie ha pedido, pero que tu creas puede servir o contribuir”, me dijo no exactamente, pero en esencia.


Al principio, pensaba en el gran consejo que había recibido, muchos estarán de acuerdo. Pero, a medida que pasaba el tiempo más pensaba en esas palabras porque muy por dentro sabía que había dado todo de mí, había sido excelente y había luchado por lo que quería. No fue culpa mía, no era culpa de nadie, sencillamente fueron las circunstancias, no era mi momento, ni mi lugar.


Pero la reflexión sobre esas palabras no se detuvo ahí, puesto que éstas vinieron acompañadas de ejemplos de sacrificios que tocaba hacer para llegar a donde uno quería, las grandes ligas. Al principio, y similar a lo anterior, pensaba en lo grandioso que sonaba, pero después me di cuenta que todo redundaba en la misma idea: ser extraordinario.


Pensé “yo no quiero ser extraordinaria”.


¿Qué pasa si yo quiero una vida común y corriente, ordinaria? ¿Qué pasa si yo no quiero buscar o construir metas fuera de lo habitual? Está bien plantearse una vida así, hay quienes buscan llegar más lejos y conseguir más cosas, pero eso no es lo que quiere todo mundo.


¿En qué momento se empezó a relacionar la idea de lo ordinario con lo mediocre? Probablemente, el concepto de la insatisfacción, de que nunca nada es suficiente, tiene un poco de injerencia en este asunto. No es suficiente ir a la universidad y obtener un título, no es suficiente conseguir una especialización, maestría, doctorado, etc., no es suficiente tener meses o pocos años de experiencia laboral, no es suficiente trabajar en un lugar pequeño que te ofrezca estabilidad. Para esta sociedad ya no hay una vara “normal” para medir el desempeño de una persona porque todos los estándares son extraordinarios.


Todo se reduce a resultados. La presión por obtenerlos y estar por encima del promedio nos ha hecho a muchos perdernos de la simplicidad de la vida y los pequeños detalles que la hacen excepcional. Yo no se ustedes, pero yo estoy cansada de preocuparme por un futuro que todavía no ha llegado. Yo quiero una vida ordinaria en la cual pueda disfrutar de cada segundo, con un trabajo que no me demande dejar a mi familia, a mis amigos y a mi propia persona a un lado, que me permita priorizar mi bienestar y vivir bajo mis propias expectativas.


Yo no quiero ser extraordinaria y eso está bien.

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