Todos los días nos enfrentamos y tomamos decisiones que moldean nuestro ser y nuestro futuro. Sin embargo, el que lo hagamos todo el tiempo no significa que sea fácil. Hay elecciones más sencillas como escoger el sabor de helado que nos vamos a comer o dormir 5 minutos más después de la alarma y existen otras más trascendentales como la carrera que vamos a estudiar o cuándo terminar una relación.
Todas las decisiones que tomamos son importantes porque nos hacen quienes somos, pero no solo es relevante el resultado o hacia dónde nos dirigen, sino el proceso que nos llevó a tomarlas inicialmente.
El marco de referencia 21st Century Learning entiende la “toma de decisiones” como la habilidad de analizar y evaluar evidencia, argumentos y principales puntos de vista para sintetizar e interpretar la información, reflexionar críticamente sobre las experiencias y procesos de aprendizaje y sacar las conclusiones más acertadas.
Teniendo esto en cuenta, y aterrizando un poco este concepto, todo se reduce a un proceso de observar diferentes posibilidades, contemplar y balancear sus pros y contras y elegir la opción que se considere mejor para la situación actual. Suena súper simple, ¿no?
Hay personas a las que se les facilita más que a otras, pero eso no significa que algunos la pongan en práctica más seguido. Cada uno toma decisiones a su ritmo y respetando sus “rituales” o aspectos importantes para llegar a la mejor elección.
En mi caso y a partir de mi experiencia pude darme cuenta de que mi proceso de toma de decisiones contemplaba los siguientes elementos:
Miedo
Tiempo
Intuición
Valentía
Probablemente pensarán que algunos de esos puntos no tienen nada que ver o que se contradicen, por lo tanto, para explicarles cada uno les voy a contar una historia.
Recientemente, en tiempos de pandemia, decidí renunciar a mi trabajo. Llevaba 1 año en total, contando la práctica, lo cual no es nada de tiempo (para algunos). Todo iba bien, era un gran trabajo y una gran oportunidad teniendo en cuenta que yo estaba recién graduada, sin embargo, desde que empezó este año yo no me sentía cómoda con lo que estaba haciendo. No sabía bien qué era lo que quería, pero tenía muy claro lo que no y eso no estaba en la mesa de discusión para ese entonces. Tenía una elección: me quedaba, trataba de sacar lo mejor de la situación y aprendía o buscaba otro lugar. Decidí quedarme por múltiples razones, entre las cuales estaban: 1) que me encantaba la empresa y 2) miedo a no saber que hacer con mi vida si me salía de ahí.
A uno puede gustarle el lugar en el que está y no ser feliz con lo que hace.
Pasaron los días, las semanas, los meses (mucho tiempo) y yo todavía seguía con la misma inconformidad, sabía que no estaba contenta y por miedo a la incertidumbre prefería quedarme en mi zona de confort.
No obstante, los últimos meses yo sabía que esta situación no podía seguir así. Muchas cosas habían cambiado, diversos factores empezaron a influir y aumentar mi sentimiento de insatisfacción, ya no sólo era un dilema interno, sino externo. En ese momento empecé a buscar consejos hasta debajo de mi almohada, no sabía qué hacer, pero sabía que tenía que salir de ahí (intuición). Después de una conversación (o varias) llegué a una de las grandes revelaciones de mi vida, la cuál sonará un poco tonta para muchos, pero entendí, por primera vez, que tenía 23 años y que no tenía por qué demonios saber qué hacer con mi vida y que eso estaba bien.
Asimismo, entendí que lo que tengo es tiempo para descifrar mi camino y encontrar lo que verdaderamente me hace feliz. Claro, la vida tiene su ritmo y sus necesidades, pero yo también. Al día siguiente de esa gran revelación, cité al CEO de la empresa y un par de días después, entre angustia, nostalgia y felicidad, le comenté que era mi momento de partir (valentía).
Cuatro factores que me ayudaron a tomar una de las decisiones más importantes de mi vida hasta el momento. El miedo me ayudó a tener la valentía para decir “ya no más” y “adiós”, el tiempo me brindó la seguridad de que no estaba tomando una decisión a la ligera y sin conocimiento previo y la intuición fue la que me dio la motivación de saber que estaba haciendo lo correcto.
Decidir no es fácil, para nadie lo es, pero poder identificar los elementos que nos ayudan a superar esos momentos complicados hace todo un poco más sencillo o, por lo menos, nos brinda una perspectiva completamente diferente e importante.
P.D: A veces saltar al abismo sin saber qué nos espera está bien y se siente bien.
Comments